POR LA CARRETERA

“Podré no estar de acuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo” Voltaire.

El invento que dividió la historia del hombre en dos es la escritura, que nos sirve y ha servido para transmitir el conocimiento, la palabra escrita es desde luego el arma con el que la humanidad vence los temores generados por la ignorancia.

La escritura es el fuego que moldea las ideas, les da forma y las convierte en muchos casos en su aliado más fuerte cuando se trata de luchar contra las injusticias, “no hay lucha ni logro humano sin escritura”, las letras son sinónimo de información, el hombre lee para informarse, pero ¿hasta qué punto hay o debe de haber libertad de expresión?

Para hablar de la libertad de expresión, hay que separar estos dos términos, la libertad podría entenderse como la falta de cadenas, y expresión como el mensaje generado a través del pensamiento razonado, ¿es entonces la libertad de expresión enviar un mensaje sin ninguna restricción?

Separados los dos términos empecemos por entender que es un límite, el cual puede deducirse como la frontera que imaginaria o no existe entre dos cosas distintas.

Pero… ¿para qué ponerle muros a la libertad de expresión?

De la libertad de expresión, se genera la libertad de prensa que se ha transformado en una anfibioherramienta que puede usarse para bien o para mal, de esta forma, podría mencionarse el caso de Federico García Lorca, Antonio Machado, personajes que desde las trincheras periodísticas apoyaron movimientos libertarios. Caso contrario es el de los pasquines medievales utilizados para sacar los trapos sucios de los habitantes de las poblaciones como nos relata Gabriel García Márquez en su novela “La mala hora”; el pasquín es una especie periódico informal, con mas chismes que noticias.

En la actualidad, es indudable la temible influencia que la prensa tiene en la sociedad, el periodismo en su versión perversa también conocida como amarillismo es muchas veces juez y parte, puede volver al individuo héroe o villano, en criminal o inocente, muchas veces juzga al ser y le da sentencia antes que un juez vea el caso, el amarillismo exhibe cadáveres descompuestos, cuerpos destrozados en hechos de tránsito, asesinatos de manera burlesca, sus titulares son chistes, despiertan o fomentan el morbo en el lector; en el amarillismo el derecho de réplica es una falacia, la dignidad de la persona es destrozada, el rostro define al delincuente, “mientras más feo más culpable”. El amarillismo es entonces la forma más perversa y mal entendida de la libertad de prensa, derivada de la libertad de expresarse.

Por ello, urge redefinir, separar al amarillismo perverso de la libertad de prensa, ya que es el gusano que infecta a la manzana que termina pudriendo a todas las del cesto, la libertad de expresión es la más bella de todas las libertades, expresar las ideas permite mover al mundo, el amarillismo lo detiene, lo regresa a sus orígenes en donde el asombro por lo indebido nos pone en un nivel vergonzoso en la escala evolutiva, en donde el morbo sin análisis es característica animal irracional.

José Martí decía que “todo hombre verdadero siente en su rostro la bofetada dada a su hermano” no podemos permanecer indolentes viendo la burla a nuestros semejantes en un periódico barato, ¡hagamos algo!, antes de que el rostro que produce el escarnio público ¡sea el nuestro!