La Sansona.
by Davicho on Nov.22, 2009, under ALUCINES
LA SANSONA
La calle 128 no siempre ha sido un transitar eterno de vehículos. Antes, era un camino de césped rústico en donde crecían flamboyanes, árboles de almendra y una yerba que al contacto con la piel te daba una picazón muy cabrona, su nombre maya es “Popox”.
Todos los días los niños de la cuadra salíamos a jugar a ese enorme corredor de pastizal, las tardes después de la primaria estaban hechas para divertirse, recuerdo que al llegar a la casa, tiraba la vieja mochila con libros y salía con mi hermanito a ver a los demás que al igual que nosotros habían cambiado sus uniformes cafés por unos shorts y tenis. La imaginación nunca nos abandonaba cuando se trataba de seleccionar el juego, dependiendo de las llamadas épocas o modas eran los juegos, por ejemplo, la época de los papagayos (papalotes), cuya labor, comenzaba por nuestra expedición hacia el “monte” que ocupaba los terrenos que hoy es el fraccionamiento Juan Pablo II, mismo que es llamado así, porque ahí fue donde se hizo la misa cuando el Papa visitó Mérida; Al llegar al monte los que tenían de las jaulas llamadas “bocatrampas” que a diferencia de las normales éstas tenían una trampa en donde se posaba el pájaro y automáticamente se cerraba; estas jaulas eran dejadasel rato que pasábamos ahí para ver si caía algún pájaro, de los que abundan por estas tierras son los azulejos, los llamados “chichibacales” y “albarraderos” a mi en lo personal, nunca me ha gustado tener animales silvestres en cautiverio. Los demás nos dedicábamos a seleccionar los bejucos con los que haríamos nuestros papalotes, luego de construirlos nos dirigíamos a lo que hoy es la avenida 128 y ahí nos la pasábamos un buen rato, aprovechando el aire recio que soplaba por esta zona en la que antes si habían muchos árboles.
Cuando pasaba la época de los vientos y ya no era posible jugar a los papalotes, jugábamos a los trompos, y cuando nos fastidiábamos a las canicas, o a la Kimbomba (se trata de batear un pedazo de madera con puntas en ambos lados). Ya entrada la noche, lo que jugábamos era “busca busca” que en otros lugares es llamado el juego de las “escondidillas”.
Era en esas tardes cuando la veíamos pasar, venía acompañando a Rodrigo, el niño de la casa cercada con laureles que tenían con sus ramas y hojas figuras de animales, la Sansona cruzaba a la misma hora de siempre, el juego cualquiera que fuera se detenía, como soldados nos formábamos para saludarla y darle las buenas tardes, ella nos sonreía con esa mueca que no he visto nunca mas en otra persona, mitad sonrisa, mitad tristeza, Rodrigo en cambio, abría los ojos y nos sonreía, o al menos eso parecía, entonces la Sansona apresuraba el paso para entrar a su casa, nosotros continuábamos con nuestro juego, así pasaron los años en tardes de risas divertidas, hasta que yo terminé la primaria y ya casi no había tiempo para los juegos, los demás poco a poco dejaron de salir también en las tardes.
Hoy mientras esperaba el autobús, vi a acercarse a la Sansona, como siempre con Rodrigo, que ya ha crecido sin embargo su parálisis cerebral lo está acabando poco a poco y hace ver como un bebe, al pasar junto a mi, le di las buenas tardes a la Sansona, que a pesar de su edad, sigue cargando a Rodrigo en sus brazos como si fuera un recién nacido, luego entraron a su vieja casa, que ya no tiene en su jardín las figuras de animales que tanto me gustaban, al entrar la Sansona me miró con ese gesto raro, mitad tristeza, mitad sonrisa.
Todos los días los niños de la cuadra salíamos a jugar a ese enorme corredor de pastizal, las tardes después de la primaria estaban hechas para divertirse, recuerdo que al llegar a la casa, tiraba la vieja mochila con libros y salía con mi hermanito a ver a los demás que al igual que nosotros habían cambiado sus uniformes cafés por unos shorts y tenis. La imaginación nunca nos abandonaba cuando se trataba de seleccionar el juego, dependiendo de las llamadas épocas o modas eran los juegos, por ejemplo, la época de los papagayos (papalotes), cuya labor, comenzaba por nuestra expedición hacia el “monte” que ocupaba los terrenos que hoy es el fraccionamiento Juan Pablo II, mismo que es llamado así, porque ahí fue donde se hizo la misa cuando el Papa visitó Mérida; Al llegar al monte los que tenían de las jaulas llamadas “bocatrampas” que a diferencia de las normales éstas tenían una trampa en donde se posaba el pájaro y automáticamente se cerraba; estas jaulas eran dejadasel rato que pasábamos ahí para ver si caía algún pájaro, de los que abundan por estas tierras son los azulejos, los llamados “chichibacales” y “albarraderos” a mi en lo personal, nunca me ha gustado tener animales silvestres en cautiverio. Los demás nos dedicábamos a seleccionar los bejucos con los que haríamos nuestros papalotes, luego de construirlos nos dirigíamos a lo que hoy es la avenida 128 y ahí nos la pasábamos un buen rato, aprovechando el aire recio que soplaba por esta zona en la que antes si habían muchos árboles.
Cuando pasaba la época de los vientos y ya no era posible jugar a los papalotes, jugábamos a los trompos, y cuando nos fastidiábamos a las canicas, o a la Kimbomba (se trata de batear un pedazo de madera con puntas en ambos lados). Ya entrada la noche, lo que jugábamos era “busca busca” que en otros lugares es llamado el juego de las “escondidillas”.
Era en esas tardes cuando la veíamos pasar, venía acompañando a Rodrigo, el niño de la casa cercada con laureles que tenían con sus ramas y hojas figuras de animales, la Sansona cruzaba a la misma hora de siempre, el juego cualquiera que fuera se detenía, como soldados nos formábamos para saludarla y darle las buenas tardes, ella nos sonreía con esa mueca que no he visto nunca mas en otra persona, mitad sonrisa, mitad tristeza, Rodrigo en cambio, abría los ojos y nos sonreía, o al menos eso parecía, entonces la Sansona apresuraba el paso para entrar a su casa, nosotros continuábamos con nuestro juego, así pasaron los años en tardes de risas divertidas, hasta que yo terminé la primaria y ya casi no había tiempo para los juegos, los demás poco a poco dejaron de salir también en las tardes.
Hoy mientras esperaba el autobús, vi a acercarse a la Sansona, como siempre con Rodrigo, que ya ha crecido sin embargo su parálisis cerebral lo está acabando poco a poco y hace ver como un bebe, al pasar junto a mi, le di las buenas tardes a la Sansona, que a pesar de su edad, sigue cargando a Rodrigo en sus brazos como si fuera un recién nacido, luego entraron a su vieja casa, que ya no tiene en su jardín las figuras de animales que tanto me gustaban, al entrar la Sansona me miró con ese gesto raro, mitad tristeza, mitad sonrisa.
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- Yo soy un hombre sincero, de donde crece la palma y antes de morirme quiero, echar mis versos del alma.
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