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El Monje sin Cabeza.

by Davicho on Nov.22, 2009, under , ,

Hace muchos años, cuentan que todas las noches se aparecía a la salida de la ciudad un monje sin cabeza, todas las noches el ladridos de los perros alertaban sobre su advenimiento, no pocas gentes son las que vieron aparecerse por los caminos a un monje que carecía de la cabeza y en cuyas manos llevaba veladoras, al igual que cadenas que arrastraba, provocando con ello un chillido aterrador.

El general, a cargo de las tropas asentadas en nuestro territorio armado de valor y cansado de las quejas de la gente que no querían cerca a ningún "ser demoniaco" decidió esperar bajo el arco de San Juan al monje.

arco-san-sebastian

En su primer intento, el general se durmió, aullidos acompasados perrunos lo despertaron y a lo lejos divisó una silueta que se alejaba, una veladora en cada mano y cadenas gritando a todas voces que su origen era el mismísimo infierno, cuando el general sacó su fusil la aparición ya no era tal. Al otro día, la gente arremolinada en el cuartel de dragones exigía respuestas; apenado el general había dado excusa vana " al verme desapareció como el mismísimo Lucifer" las querellas y vociferaciones aumentaban el tono, nuestro general dio esa noche como plazo, luego de ingerir casi una olla completa de café esperaba, la aparición y su oportunidad de reivindicarse. a lo lejos los ladridos acompañaban dos luces funestas que se acercaban. ¿Alto ahí! gritaba despavorido el soldado, mas la figura parecía no oír o no querer hacerlo, se acercaba, con ello el chasquido de las cadenas ocultas bajo un óxido de otro mundo. las luces se colaban en los ojos del general quien a todo latir de corazón gritaba y gritaba, preparó su arma y dio el última advertencia de detenerse, hasta que el monje sin cabeza dijo: -No dispares, que soy yo, el señor Fernando- famoso comerciante y terrateniente de esas fechas, el general cuestionaba mientras se reponía del susto y le daba un último sorbo al café de olla que se extinguía entre sus labios.

-fíjese que la rosita, la hija de doña Magda, es y ha sido mi amante desde que tenía los quince años de edad, todas las noches bajo el comodato de la clandestinidad nos hemos estado viendo, es el caso que su papá empezaba a sospechar y por estar yo casado bajo las normas de Dios no es viable que me le presente a don Rufino, espero que me comprenda mi general, por ello idee lo de este disfraz y lo del monje sin cabeza, el anonimato es nuestra única salida, espero que me comprenda, le pido arrodillándome a sus pies su comprensión.-

-y porqué las veladoras don Fernando?- preguntó el general.

-para ver el camino en esta lúgubre nocturnidad mi general- argumentó don anónimo.

-Y las cadenas?- cuestionó el oficial.

-para arremeter contra los canes molestosos mi señor- contes tó el monje falso.

-más si me promete usted que dejará lo del disfraz y las cadenas le prometo dejarlo ver a su rosita.- alegó el del arma.

-si usted me dejara verla, yo le prometo regalarle la casa verde, esa bonita que perteneció al difunto Filemón, que en paz descanse.- ilusionado apalabró el comerciante.

Así es como un general pudo hacerse de una casa en tan buena ubicación y con mucha plusvalía en aquél entonces y así fue como un comerciante viejo y una joven sellaron su compromiso clandestino bajo la observancia siempre de un monje sin cabeza que el general en su honor mandó hacer en su domicilio, para nunca olvidarse de sus amigos clandestinos.

***Esta historia me la contó una vez un profesor en el COBAY, él escribe o escribía en el Diario de Yucatán, investigando supo la verdadera historia del famoso monje sin cabeza del arco de San Juan.

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