POR LA CARRETERA

La Lección.


Todos los días, a la hora de comer, un gato entra a la cocina a comerse lo que a veces se nos cae, paciente, espera a que un hueso o una migaja caiga al piso para devorarla. En un principio, lo echábamos, pero al ir creciendo davidcito, consentimos al felino para que David lo viera de cerca, le enseñé el sonido característico que hacemos en Yucatán para echarlo, el clásico ssssshhhhhhh (cuando se trata de un perro, mucha gente, sobre todo la mayor exclama: ¡Biky!), así David ha aprendido a “echar” al gato, cada vez que lo ve le hace la señal de sssshhhhhhh, claro que eso al gato le vale una pura y dos con sal y se pasea por la cocina alzando la cola, el gato se ha convertido en una especie de mascota, el niño a la hora de la comida lo busca, el gato puntual se asoma y se ha convertido en un protocolo de todos los días.



El otro día, David estaba en el suelo ”gateando” cuando entró su mascota, escuché que lo eche y al ver que se subía a la mesa a robarse lo que en ese momento había, tomé mi chancleta y le tiré al gato, pensando que eso le haría gracia a mi bebé, pero resultó contraproducente, davidcito se me quedó viendo con sus ojos vidriosos, como preguntándose ¿porqué le había hecho daño a su mascota? y echó un grito como si se hubiera golpeado, entonces lo abracé y lo apapaché, comprendí que ese animalito era más que un gato ajeno que entraba a la casa, se había convertido en el protegido de mi hijito, que a su año y días de vida, sabe lo que es apreciar la obra de Dios y es capaz de llorar y defender lo que ama, desde entonces, a la hora de comer, separamos un hueso para que Davidcito le dé de comer a su mascota a la que aún no bautizamos con algún nombre.