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El Circo-Teatro

by Davicho on Nov.22, 2009, under

Circo-Teatro

Ubicado en el barrio de Santiago, por ahí de la década de los sesentas: el centro de reunión obligatoria familiar.

Toda la diversión al alcance de cincuenta centavos, eso era lo que costaba la entrada. El Circo-Teatro, la tumba del aburrimiento semanal, espectáculos de todo tipo.

La noche del viernes: Boxeo, Sábados de circo y maromas y los domingos el lugar se llenaba de hábiles bailarines.

Era muy rara la ocasión en la que faltaba los sábados, me sabía todos los trucos de chicharito el famoso payaso del circo Atayde, que llegaba a Mérida cada año para la temporada de difuntos, en el mes de Noviembre. Para la siempre plana ciudad, un circo representaba ir más allá de los límites de la diversión conocida; Éramos sorprendidos cada vez más, como cuando trajeron a las mujeres que volaban entre cuerdas vestidas en mallones y zapatillas de punta, eran gaviotas aferrándose a un tubo y luego a otro, sus peripecias funambolicas nos mantenían al borde de las tablas de madera de las improvisadas gradas. Otra atracción eran los traga-fuego.--¡si escupen humo!, no quiero estar cerca de ellos cuando se echen un pedo--era el chiste trillado de mi papá al ver a los prometeos escupiendo llamas, simulando demonios terrestres, no faltó quien quisiera imitarlos y que acabara deforme al primer intento.

Pero a los espectáculos a los que nunca dejaban pasar a los niños, era al famoso “duelo de animales” de la función sabatina de las diez de la noche. Esa idea se le vino a don jerónimo, cuando cerca de las carpas vio a uno de los chivos dándole cornadas a un perro callejero, quien no tuvo más remedio que huir llorando, así empezaron los duelos. Chencho el chivo contra “Pinkus”, el perro asesino” que era el mismo perro con un corte de pelo que lo hacía ver temeroso, se aceptaban apuestas, la gente se dejaba llevar por el sentido lógico y la apariencia de Pinkus, las batallas que ganó Chencho fueron numerosas, las personas timadas fueron más. Tal vez la biografía de Chencho hubiera aumentado en estas líneas si don jerónimo no hubiera ampliado su visión de empresario, pronto vio en un viejo león quien iba perdiendo su atractivo en cada función, olvidado entre la cotidianeidad que un lugar común trae consigo, a pocos les interesaba ver a un vetusto, felino enjaulado sin chiste y durmiendo casi todo el día, así nació Hércules, a quien enfrentaron primero contra un gorila al que nombraron “Chimpa” y al que según acababan de traer del mismísimo Congo, Chimpa llamaba la atención por su agresividad y su musculatura remarcada, las posibilidades de Hércules eran pocas, cansado, débil y sin chiste, no aguantaría un raund contra Chimpa, joven cuyo talento eran notorio. De nuevo las especulaciones finalizaron cuando de dos zarpazos Hércules lesionó gravemente al Simio Congolés. Enardecido el público contaba asombrado la aventura del león, al que la sangre lo rejuveneció .

El siguiente oponente de Hércules, fue Toribio, un toro de lidia de un rancho vecino, cuyo dueño había jurado que su res saldría vencedor, las apuestas subieron, el Circo-teatro estaba a reventar, adultos y por primera vez niños nos reunimos en el lugar para ver el desenlace de la pelea no humana del año. Hércules apareció en escena ataviado con un atuendo de cuero con puntas de metal, recién rapado, su imagen era espectacular, era como un gladiador romano fuera de época y de lugar, en cambio Toribio salió sin “ropa” tal y cual había sido siempre, un toro bravo pero con la mirada cansada, mirando siempre hacia el suelo y solo por momentos alzaba la cabeza para ver a la multitud que gritaba el nombre del león.

El escenario era el centro del circo teatro, los personajes: dos animales, que en su hábitat natural tal vez jamás hubieran coincidido, ahora estaban ahí, ante la mirada ansio-morbosa de gente que veía acabadas sus noches de fastidio en la plana Mérida, ciudad en la que nunca pasaba nada, hoy era noche estelar, hasta el gobernador en turno estuvo presente aquella noche en la que Hércules sabedor quizás de su popularidad, rugía, sus ojos se ponían acandelados, iba y venía con la parsimonia de una mariposa, pero infiernado como el mismísimo Lucifer. Toribio babeaba…miraba hacia abajo, hacia arriba y movía su cola cual reloj cucú. El momento llegó, Hércules fue el primero en ser soltado, previamente se le habían dado unos azotes con el látigo de su domador-manager, toribio entró a la jaula asombrado de encontrarse a un león, un minuto antes ni se habría imaginado para qué fue encerrado en esos aposentos. Hércules rugió, Toribio lo encaró, el felino lanzó un garrazo que el toro no pudo evitar, fue lo último que Hércules pudo hacer en su carrera incipiente de luchador estelar, Toribio en un ágil revirón prendió a la estrella dele momento con sus cuernos puntiagudos y lo sacudió en el aire. El tiempo y la mala alimentación no habían pasado en vano para Hércules, quien se desmayó en un charco de sangre, mientras que cuatro lazos bastaron para alejar al Toro del escenario…

El evento había llamado la atención de los medios: ¡grotesco espectáculo!, ¡salvaje exhibición!, ¡infame acto,! fueron los titulares del día siguiente, pero en la nota nacional, se anunciaba que la secretaría de hacienda trababa formal embargo contra la compañía Atayde por no pagar impuestos; pertenencias y animales fueron incautados. En Mérida no fue la excepción, el chivo, el gorila africano y Hércules quien apenas sse recuperaba de una exitosa operación fueron enviados al Zoológico.

La tranquilidad de las noches se vio afectada de repente, la cercanía del zoológico con la zona habitacional, y la quietud sesentera de la noche en donde nada interrumpía al silencio, de repente se vio violentada por enormes rugidos de un gladiador que exigía revancha, los vecinos se encerraban al caer la noche, y a cada rugido se persignaban, ante el temor de que el león se escape de la jaula improvisada y se comiera a alguno de la familia, pero eso nunca pasó, entre rugidos y bostezos, Hércules acabó sus días en el parque del Centenario, enflaquecido y aburrido, tal vez esperando a que don jerónimo viniera a buscarle para enfrentar de nuevo a un nuevo rival, rugía y rugía, hasta que un día amaneció rodeado de moscas, ya no hubo más de aquel mítico Hércules, el primer león que tuvimos en el zoológico del Centenario.
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