POR LA CARRETERA

Había dicho que en una ocación especial comensaría a leer los Cien Años de Soledad de Gabriel García Márquez, pero el domingo pasado decidí que no tenía porque esperar más y decidí a sacarlo de su empaque y comenzar a disfrutarlo, esa noche solo pude avanzar 75 páginas y decidí no seguir no porque me haya cansado, si no porque decidí comermelo muy despacio, disfrutarlo como se disfrutan los besos de tamarindo, poco a poco, sintiendo cada imágen entrar por mis poros y sudar letras.

Ayer sin planearlo, regresé a una época anterior en mi vida, mi amigo Luis Aldana me habló para viajar a Ticul con el en un evento de donde trabajamos, la verdad es que me sorprendí mucho, regresar como antes por esos caminos del sur, con olor a naranja y aire fresco. Apenas el sábado estuve con Carlos e Isac en Maxcanú, almorzamos unos ricos tacos de chicharra con los abuelos de kak y en la tarde fuimos al cenote de Santo Domingo, lamentablemente por aún no contar ocn un cel con cámara no saqué fotos, mi basurita no está adecuada a la tecnología actual.

En fin, fue chido regresar a Ticul, ver a muchas personas que hace tiempo no veía y comer esos ricos panuchos que son los únicos que me gustan. Siento que tengo un vínculo especial con el sur del Estado, que no deja de gustarme nunca.

En cuanto a García Márquez, puedo decir que me fascina como me mete en su prosa tan poética, es un disfrute orgásmico cada línea suya, y para leerle no es necesaria ninguna ocasión especial, porque lo realmente especial, es saber que puedes disfrutar de una buena lectura y hacer a un lado al mundo que a veces parece olvidarse también de nosotros.