POR LA CARRETERA

Me acordé de ti, mientras los parpados nocturnos abrazaban el sendero por donde suelo viajar, algo había en el aire que me recordaba tus consejos, y tus desvelos junto al monitor, tu trabajo interminable, y el niño que se alegraba con un par de globos, mientras transitaba en una vía de dos carriles, sin retorno, pero que solo estaba ocupada de un lado, como esperando que del otro lado de la carretera, otro vehículo se acercara a acompañarme en el peregrinar que me lleva siempre a recordarte, en el aire con olor a lluvia , se supone que cuando se termina todo, hasta la última migaja de cariño también se la come el olvido. ¿Olvido? He olvidado lo que eso significa. El olvido no sirve cuando no hay nada más en que pensar, ni a donde ir, ni de que platicar, el olvido es una fruta que se sirve sólo en los platillos de quien se alimenta de mentiras, el olvido, es entonces como una especie de utopía, que aguarda en algún rincón de la habitación, disfrazandose a veces de una botella de licor, a veces de un filo con el que te cortas las venas, el olvido suele ser también, tu propio rostro del otro lado del espejo, tus ojeras que te recuerdan las noches que se alargan cada vez más, pero en mi caso, el olvido es exáctamente un cuerpo desnudo que amanece siempre en el mismo lugar, inconforme de vivir, una vida de recuerdos, recuerdos que son como gotas derramándose entre mis dedos, huyendo de mí, pero a la vez, inundando la habitación, si; el olvido es todo eso, y nada a la vez, pero que puedo decir yo, que platico sólo en esta carretera que también es mi habitación, me confundo, no se cuando duermo o cuando estoy despierto, no se incluso si esto es un sueño, una pesadilla recurrente, las mismas señales, la misma lluvia, la misma carretera, soledad cíclica, soledad anestésica, todo se escapa por mis venas, cuando decido dejar el volante y los mareos empiesan a hacerme sucumbir...